Todo empieza y
todo acaba. Y, casi sin darnos cuenta, hemos terminado esta etapa de
nuestra vida. Como debe de ser ¿no? Comenzamos siendo unos niños,
con apenas 11 años. ¿Os acordáis de aquella época? Cuando nos
perdíamos por los pasillos del instituto. Cuando pirarse el último
día de clase te hacía ser el más valiente de tu clase. Y ahora,
mayores de edad o a punto de serlo, pensando en qué hacer el año
que viene, ir a la universidad, vivir por nuestra cuenta. Un paso muy
importante. Pero, a pesar de ello, siempre nos quedarán todos esos
momentos vividos. Yo creo que nunca podremos olvidar los recreos de
primaria jugando a suelito en el arenero, o en los columpios de
madera del patio. Las clases de infantil jugando a las casitas,
rompiéndonos esas batas naranjas de cuadros que todos teníamos. Los
bailes en el gimnasio que, menos bailar, hacíamos de todo. Los
partidos y los piques de A contra B. Las tardes jugando en la U a
tiburón, que no terminaban hasta que alguno se caía. Y más tarde,
las clases en el instituto, cuando nos decían que éramos la peor
clase que había pasado por allí, el fairy del laboratorio, que lo
cargaba el diablo. Las clases de biología, con los compuestos
"anfipáticos", que siempre nos hacían reírnos. Además
de este último año, desesperandonos con los chistes malos del de
historia, con las clases "heavys" de Laura, las piedras y
demás mierdas, y las horas de filo con los comentarios de Samuel.
En definitiva, una gran época y un gran año que va dando a su fin. Ahora, cada uno seguirá por su camino, si, pero siempre nos quedarán los momentos vividos.